Gracias al 5° Festival Internacional
en Derechos Humanos tuve oportunidad de ver tres documentales (dos de ellos
mexicanos) donde encontré una estrecha relación con las historias que se cuentan,
aunque vistas desde una perspectiva diferente. Se trata de Félix, Autoficciones de un Traficante (Adriana Trujillo); El Albergue (Alejandra Islas) y Reportero (Bernardo Ruiz).
En Félix, Autoficciones de un Traficante descubrí la historia de un
hombre apodado ‘El Panda’ quien tiene dos vidas: en una se dedica a la
actuación y en otra al tráfico de personas que desean cruzar hacia los Estados
Unidos. Félix se siente satisfecho con su labor como pollero y pone sobre la mesa
a un personaje distinto a los estereotipos que estamos acostumbrados a percibir
en los medios de comunicación.
Por su parte, en El Albergue nos vamos adentrando a una
región de Oaxaca donde el padre Solalinde se encarga de salvaguardar a los
indocumentados que salen de Centroamérica y cruzan México con la esperanza de
llegar también a los Estado Unidos. La historia se centra en el cura y en los
motivos que lo llevaron a crear el centro de ayuda mientras escuchamos algunas
anécdotas de quienes han pasado por ese lugar.
Después volvemos al norte del país con la
historia de un reportero veterano que habla sobre el semanario en el que estuvo
trabajando durante varios años y de cómo la corrupción ha tratado de coartar la
libertad de expresión del medio impreso mediante asesinatos de algunas personas que
laboraban ahí. Sin embargo, hay quienes siguen al pie del cañón en este tipo de
periodismo (pese a las amenazas de muerte que reciben) con la finalidad de dar
a conocer asuntos que a políticos y narcotraficantes de la región no les
conviene.
En las tres historias, centradas en
un personaje en particular, no existen personajes buenos ni malos, sino gente
que toma decisiones de acuerdo al modo de vida que deseaban llevar, sin
embargo, en todos los casos hay un elemento que los une de algún modo: la
corrupción que impera en México.
Mientras en una historia existe una persona que se dedica a la falsificación
de datos y a llevar de forma ilegal a alguien a otro país, en otra hay quienes
se arriesgan a cruzar la frontera pese a los delitos que se cometen en el
camino: prostitución, venta de drogas y trata de personas, ya sea por parte de
delincuentes o de la policía; en el tercer caso se manifiesta una clara corrupción
de parte de la gente que tiene poder y de qué manera es usado para que no se
diga la verdad.
Es interesante descubrir en la
pantalla grande este tipo de historias que reflejan una porción de lo que se
vive en el país. Ser testigos de lo que ocurre y hacer eco de estos
acontecimientos para generar conciencia. Al final de cuentas, el cine no sólo
funciona para entretener, sino también para reflexionar y actuar. ¡Qué vengan más documentales de este tipo que generan algún tipo de reacción en el espectador!
Por
Víctor Manuel Goch
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