lunes, agosto 27, 2012

Cuando las historias se encuentran en pantalla


Gracias al 5° Festival Internacional en Derechos Humanos tuve oportunidad de ver tres documentales (dos de ellos mexicanos) donde encontré una estrecha relación con las historias que se cuentan, aunque vistas desde una perspectiva diferente. Se trata de Félix, Autoficciones de un Traficante (Adriana Trujillo); El Albergue (Alejandra Islas) y Reportero (Bernardo Ruiz).

En Félix, Autoficciones de un Traficante descubrí la historia de un hombre apodado ‘El Panda’ quien tiene dos vidas: en una se dedica a la actuación y en otra al tráfico de personas que desean cruzar hacia los Estados Unidos. Félix se siente satisfecho con su labor como pollero y pone sobre la mesa a un personaje distinto a los estereotipos que estamos acostumbrados a percibir en los medios de comunicación.


Por su parte, en El Albergue nos vamos adentrando a una región de Oaxaca donde el padre Solalinde se encarga de salvaguardar a los indocumentados que salen de Centroamérica y cruzan México con la esperanza de llegar también a los Estado Unidos. La historia se centra en el cura y en los motivos que lo llevaron a crear el centro de ayuda mientras escuchamos algunas anécdotas de quienes han pasado por ese lugar.


Después volvemos al norte del país con la historia de un reportero veterano que habla sobre el semanario en el que estuvo trabajando durante varios años y de cómo la corrupción ha tratado de coartar la libertad de expresión del medio impreso mediante asesinatos de algunas personas que laboraban ahí. Sin embargo, hay quienes siguen al pie del cañón en este tipo de periodismo (pese a las amenazas de muerte que reciben) con la finalidad de dar a conocer asuntos que a políticos y narcotraficantes de la región no les conviene.


En las tres historias, centradas en un personaje en particular, no existen personajes buenos ni malos, sino gente que toma decisiones de acuerdo al modo de vida que deseaban llevar, sin embargo, en todos los casos hay un elemento que los une de algún modo: la corrupción que impera en México.

Mientras en una historia existe  una persona que se dedica a la falsificación de datos y a llevar de forma ilegal a alguien a otro país, en otra hay quienes se arriesgan a cruzar la frontera pese a los delitos que se cometen en el camino: prostitución, venta de drogas y trata de personas, ya sea por parte de delincuentes o de la policía; en el tercer caso se manifiesta una clara corrupción de parte de la gente que tiene poder y de qué manera es usado para que no se diga la verdad.


Es interesante descubrir en la pantalla grande este tipo de historias que reflejan una porción de lo que se vive en el país. Ser testigos de lo que ocurre y hacer eco de estos acontecimientos para generar conciencia. Al final de cuentas, el cine no sólo funciona para entretener, sino también para reflexionar y actuar. ¡Qué vengan más documentales de este tipo que generan algún tipo de reacción en el espectador!


Por Víctor Manuel Goch

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